Desde Castaño del Robledo hasta Santa Ana La Real transcurre un sendero -de vasta vegetación y esplendorosa flora, aunque en esta época aún están despertando de su letargo invernal tras uno de los inviernos más lluviosos de los últimos años- de unos 3,8km aproximadamente.

En este punto de la información tal vez debiera explicar las dificultades del terreno y las distintas especies de árbol y matorral del entorno; pero soy una profana en estas lindes y, con todos mis respetos hacia los senderistas consagrados, diré que fue una caminata de subidas y bajadas -
el MOPU se pondría las botas- entonadas por las risas de mis compañeros de viaje y por la mía propia, que en situaciones de grandes esfuerzos la sonrisa afloja y las tensiones se dispersan. El sonido del agua nos alertó de la cercanía del
fin de nuestro viaje:
la Cascada de Jollarancos (O Joyarancon) o
El Chorro, como me explicaron a mí.
Impresionante visión entre las rocas de aguas cristalinas que brotaban a distintas alturas de la misma pared de la montaña.
Como dijo Camilo José Cela -nadie como él para poner palabras a lo indescriptible:
El lugar en el que Dios Nuestro Señor rompió su mejor cristalería.
La vuelta, como suele ocurrir en los largos trayectos, resultó más liviana, -donde antes fueron interminables pendientes ascendentes se transformaron en suaves cuestas hacia abajo- con lo que nuestro paso se aceleró. Presentíamos el final de nuestro recorrido y la recompensa a nuestro esfuerzo.
El premio fue un almuerzo -revuelto de setas de la zona, en mi caso- en Fuenteheridos.
Posted by Montse Bermúdez
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